La tragicomedia de estudiar idiomas
Madrugar con ojeras, llegar con suerte desayunada, y aún así amar profundamente lo que estudio: así son mis días en la universidad. Estudiar idiomas no solo es aprender a hablar otras lenguas, también es descubrir otras formas de ver el mundo, chocar con nuevas culturas… y con tareas que parecen eternas.
El aula es un lugar de caos y magia. Es estrés puro, pero también emoción. A veces hay hambre, otras veces una felicidad repentina cuando por fin entiendo un tema o simplemente cuando me doy cuenta de que estoy en una carrera que amo. Hay días que me dan ganas de llorar, y otros en los que lloro… pero de risa.
Una de mis tradiciones favoritas del semestre es el desfile de viudas. Ver a mis compañeros varones disfrazados de mujeres en plena calle es una experiencia tan ridícula como hermosa. En medio del caos, la biblioteca es mi santuario: ese rincón silencioso y cálido donde puedo volver a mí, estudiar o simplemente respirar.
Me gusta cómo describes con sinceridad y humor los altibajos de la vida universitaria.
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